La producción animal es, y ha sido, de gran importancia para la evolución y desarrollo de la especie humana y sus hábitos a lo largo del tiempo. Así, en el mundo se consumen alrededor de 312 millones de toneladas de carne: 117,5 de cerdo, 112,5 de pollo, 67,5 de vacuno y 14 de pequeños rumiantes (OECD, 2017). Los principales productos de origen animal (carne, leche y huevos) contribuyen a la dieta humana aportando nutrientes de alto valor biológico (principalmente, aminoácidos, lípidos, vitaminas y minerales).
La producción porcina contribuye con aproximadamente el 40% a la producción total de carne a nivel mundial, siendo de gran importancia sectorial en muchos países, y en particular en España. La producción de carne de cerdo representa aproximadamente la mitad de la carne producida en la UE-28, siendo además España el cuarto país productor del mundo. La Comunidad Autónoma de Cataluña, concretamente, acoge algo más del 25% del censo de España, y la provincia de Lleida más el 50% del censo de Cataluña.
El sector porcino español ha experimentado una profunda transformación durante las últimas décadas. En los años cincuenta la práctica totalidad de la producción se realizaba en el marco de la ganadería tradicional, con explotaciones familiares con bajo nivel tecnológico y utilizando razas autóctonas como base de la producción. Durante los años 70 se consolidó un nuevo modelo de producción porcina con una mayor especialización de los agentes implicados, conllevando, en general, una segregación de las explotaciones de acuerdo a su fase fisiológica. Este modelo ha tenido que adaptarse al contexto socioeconómico de la Unión Europea, con elevados estándares de seguridad alimentaria, respeto por el bienestar de los animales y por el medio ambiente, así como a diversas coyunturas del mercado internacional